por Florencia Curci
Durante la estadía en Wulaia, imagino recurrentemente la escena en la que sucedió la primera transmisión de radio. Juego a extrapolar delirantemente aquella escena de fines del siglo XIX en el Reino Unido, en donde un sonido generado en Bristol (inglaterra) resonó en Pernath (Gales): por primera vez, puedo escuchar algo que está ocurriendo simultáneamente, pero fuera de mi entorno inmediato. No solo se trata de un fenómeno acústico; de alguna manera, el tiempo y el espacio se transforman. Algo que está sucediendo ahora, en otro lugar, llega a mis oídos, desafiando las fronteras físicas que antes definían mi experiencia cotidiana.
De este evento me interesan, al menos, dos aspectos. El primero, de índole corporal, plantea una mutación en la capacidad auditiva. Los oídos, que antes sólo percibían las vibraciones del aire cercanas, ahora son capaces de captar sonidos que provienen de un espacio lejano, mediado por ondas invisibles. El cuerpo alcanza una nueva dimensión. El segundo aspecto, de índole territorial, tiene que ver con la transformación del espacio en sí mismo. La transmisión de sonidos desde otro lugar modifica el territorio, pues imprime la presencia de un nuevo espacio sobre el anterior. Esta superposición acústica genera una especie de “transterritorialidad” donde dos lugares se conectan, no por la proximidad geográfica, sino por su resonancia.
aquí-en otra parte
La radio introduce una dualidad entre lo inmediato y lo distante, lo cercano y lo lejano, transformando no solo la forma de percibir el espacio, sino la experiencia del tiempo. En ese primer momento de la radio, comienza la paradoja de habitar en simultáneo, en el mismo instante, varios lugares a la vez. Lo que era un espacio físico concreto se expande, se entrelaza con el “aquí” de otros mundos posibles, que ahora están cerca y, a la vez, distantes.
La distancia y la proximidad se redefinen.
Actualidad de las comunicaciones en el extremo sur del planeta
En la Isla Navarino, las comunicaciones radiofónicas continúan siendo el medio principal de comunicación, tanto para las operaciones marítimas como para otras necesidades locales cotidianas. No hay cobertura de telefonía ni datos móviles, salvo en la zona de Puerto Williams y en algunos puntos de la ruta Y-905 cercanas a Ushuaia (Argentina).

Desde 2022, la fibra óptica austral (FOA), a cargo de la empresa CTR en alianza con Huawei, posee un cable de fibra óptica de casi 4000 kilómetros de longitud que comienza en la ciudad de Puerto Montt y finaliza en la ciudad de Puerto Williams, facilita la transmisión de datos hacia Punta Arenas y el resto del mundo, dotando de conexión a internet de alta velocidad. Desde esta ciudad se proyecta una pronta extensión de la FOA hasta el continente antártico, otorgando por primera vez este tipo de conexión de transporte de datos a ese continente.
Sin embargo, fuera de Puerto Williams la conectividad a internet es solamente posible mediante el servicio satelital brindado por la empresa Starlink. Esta compañía, que originalmente comenzó como un proyecto ambicioso para llevar internet a zonas rurales y remotas, ha crecido de manera exponencial, y su impacto en la conectividad global es innegable.
Desde su lanzamiento comercial en 2020, Starlink ha experimentado un crecimiento notable. En 2023, la empresa había superado los 1.5 millones de usuarios en todo el mundo, con proyecciones de alcanzar entre 20 a 30 millones de usuarios para 2025. Este aumento se debe a la expansión continua de su red de satélites y a la creciente demanda de conectividad en zonas remotas y desatendidas por las infraestructuras tradicionales de telecomunicaciones.
Un factor clave en este crecimiento es su constelación de satélites en órbita baja (LEO). Hasta principios de 2024, Starlink ha lanzado más de 4,000 satélites en órbita, con planes de aumentar este número a 12,000 satélites en total. Además, SpaceX ha solicitado la autorización de la FCC para desplegar hasta 42,000 satélites adicionales, lo que ampliaría aún más su cobertura global. Estos satélites permiten una conectividad de alta velocidad y baja latencia, superando las limitaciones de los satélites de órbita geoestacionaria y brindando cobertura a regiones remotas como la Antártida, donde las opciones de conectividad son mínimas.Este crecimiento plantea una serie de interrogantes sobre la monopolización de las comunicaciones, especialmente en regiones tan estratégicas y vulnerables como el continente antártico. ¿Qué pasaría si la conectividad que alimenta la región austral y la Antártida quedaran en manos de una única empresa extranjera, cuyo propietario no solo tiene ambiciones tecnológicas, sino también intereses políticos y económicos globales?

Sinestesia extraterrestre
Fascinada por este sublime postnatural que provocan estas representaciones en las que lo humano no se presenta empequeñecido frente a las inconmensurables fuerzas de la naturaleza, propuse a mis compañeros de expedición acercarnos a las transformaciones antropogénicas del cielo.
Una de las investigaciones por medios artísticos que planteamos durante nuestra campaña en la Caleta Wulaia fue la apropiación de tecnología satelital la cual nos permitiría experimentar un desplazamiento del punto de vista del territorio que estábamos explorando.
Otra vez, estar aquí y en otra parte. Vernos con otros ojos a partir de nuestros oídos ampliados por la radio.
Nos dedicamos diariamente a sintonizar las pasadas de los satélites meteorológicos NOAA 15, NOAA 18 y NOAA 19 usando las tecnologías accesibles y abiertas que teníamos a la mano.
Los satélites NOAA-15, NOAA-18 y NOAA-19 son parte de una serie de satélites de observación terrestre diseñados para monitorear el clima, el medio ambiente y la atmósfera.
El NOAA-15, lanzado en 1998, fue el primero en esta serie. El NOAA-18, lanzado en 2005, continuó con la misma misión, pero mejoró la precisión de los instrumentos y extendió la vida útil de la serie de satélites. Por último, el NOAA-19, lanzado en 2009, ofreció más mejoras en la calidad de los datos y la fiabilidad de las mediciones.
Estos satélites operan en órbitas heliosíncronas, lo que les permite pasar sobre las mismas ubicaciones en la Tierra a la misma hora local todos los días, lo que facilita la comparación de datos a lo largo del tiempo.

Estos satélites escanean continuamente la tierra a la vez que envían por señales de radio, línea por línea, las imágenes captadas nuevamente a la tierra.
Escuchar estos satélites y traducir su señal en imágenes implica recibir la transmisión de datos utilizando una antena direccional y un receptor SDR (Software Defined Radio) que sintonice la frecuencia de transmisión del satélite. Luego, para decodificar estos datos, se necesita un software especializado (hay muchos de acceso libre en internet), que convierte la información transmitida por el satélite en imágenes meteorológicas. Es decir que de pronto vemos (y podríamos decir “nos vemos” ya que el satélite está encima nuestro) a través de lo que escuchamos.


Espacio de transmisión
Animar la ex-radio estación
Una antena, tanto en el mundo natural como en el electromagnético, puede definirse como un órgano sensor que actúa como un puente entre dos realidades. En los insectos y otros animales, las antenas son estructuras sensoriales que captan señales químicas y físicas del entorno, traduciéndolas en información vital para la supervivencia. En el ámbito de la ciencia y la tecnología, las antenas electromagnéticas desempeñan un papel similar, capturando ondas de radio y otros tipos de radiación electromagnética, convirtiéndolas en datos que permiten la comunicación y la transferencia de información. Así, las antenas se erigen como sensores esenciales, capaces de traducir y conectar mundos diferentes mediante la recepción y transmisión de señales.

¿Podemos pensar en un centro de investigación e interpretación alojado en el edificio de la ex-radio en Wulaia? ¿Cómo reinterpretar la noción de patrimonio desde las lógicas de la transmisión y la transformación antes que la preservación? No reducir la valoración patrimonial a objetos estáticos, sino ampliarla a aquello que conforma el entorno actual: el territorio, las aguas, las piedras, la biodiversidad, los vientos y las historias que todas estas entidades pueden narrar y transmitir. Se trata de ayudar a entender el patrimonio como actividad continua, una construcción colectiva que se desarrolla y evoluciona a través del tiempo.
En las próximas campañas, buscaremos generar instancias de transmisión de radio, la generación de podcasts y transmisiones digitales continuas que permitan acceder a este territorio desde la escucha remota. La estrategia de conservación y de investigación preferida por esta propuesta es la de transmitir, sacar al exterior y liberar el patrimonio a las múltiples resonancias que pueda tener en los territorios que alcance.
