El origen de este trabajo tiene lugar el año 2015, a partir de la visita a la colección Gusinde-Hagenbeck compuesta de objetos culturales originalmente pertenecientes a los pueblos Kawesqar, Selk’nam, Yagán y Aonikenk y que ahora están resguardados en el Weltmuseum, Vienna (ex museo antropológico
La revisión de esta colección fue inicialmente realizado por Alfredo Prieto y Nicolás Spencer con la colaboración de la curadora de la colección Sudamericana Claudia Augustat. Este trabajo pretendía dar una idea más precisa de los objetos y su valor antropológico debido a las distintas formas en que fueron obtenidos; Gusinde, obtuvo los objetos por medio de cuestionables procesos antropológicos de compra y Hagenbeck, obtuvo los elementos culturales o “adornos” de personas que fueron exhibidas en zoológicos humanos.
Por otra parte, esta revisión estaba orientada a entender los factores que rodean a un objeto para otorgarle valor. En otras palabras, cuáles son las operaciones humanas y no humanas que hacen que un artefacto de uso cotidiano obtenga un estatus museológico. Estas interrogantes motivaron una investigación de campo en museos y en el territorio, que si bien contó con asesoramiento científico, se basó en la experimentación a través de herramientas artísticas.
De nuestro primer encuentro con Claudia y Alfredo surge la idea, o mejor dicho, el planteamiento hipotético de repatriar los objetos. Un proceso que, dadas las dificultades gubernamentales, técnicas y socio-culturales sabíamos imposible de concretar. No obstante, estimamos importante revisar y analizar las complejidades que rodean tanto a los objetos, como a las personas, instituciones y espacios que deberían ser involucrados en un proceso de estas características. Lo anterior, teniendo claro de que no teníamos el nivel de compromiso con estos objetos que pudieron tener sus legítimos descendientes y sabiendo que re-localizarlos sería igual o más difícil que su expatriación.
Colección Gusinde-Hagenbeck
Carl Hagenbeck ffue un zoólogo, domador y director de circo alemán, nacido en Hamburgo en 1844. Miembro de la Sociedad de Antropología, Etnología y Prehistoria de Berlín, fue un importante precursor de las exposiciones antropozoológicas y fundador del zoológico Tierpark Hagenbeck en 1907.
Hagenbeck comerció con los cuerpos humanos vivos de los habitantes de Fuego Patagonia para exponerlos en zoológico moderno, el cual se encontraba, aparentemente, permeado por los ideales de conservación y apreciación de la naturaleza que trajo la modernidad. Al analizar los contenidos de los zoológicos, así como el de los museos y las ferias universales de esa época, se hace evidente la necesidad imperante de enaltecer a las potencias europeas realzando la distancia entre la barbarie y la modernidad.
Paradójicamente, los objetos obtenidos de los fueguinos secuestrados y exhibidos en los zoológicos humanos, contienen un gran valor antropológico a pesar de su reprochable método de obtención. Su valor está dado por su uso cotidiano real. Esto, al contrario de objetos obtenidos por buques comerciales, que aprovechan sus viajes para la compra de rarezas y así aumentar sus arcas provenientes de la extracción de recursos como el oro, la carne, la lana, la grasa, la madera y la peletería. Es así como los objetos vendidos eran simulados y adaptados para su comercio. Entre los indigenas, sin embargo, los artículos personales reales eran normalmente transportados cuidadosamente por sus dueños, destruidos o enterrados con ellos el día de su muerte.
Martin Gusinde, misionero y etnólogo austríaco. Dedicó gran parte de su vida al estudio de los habitantes de Fuego Patagonia, describiendo entre otras cosas, el impacto devastador que la colonización y la explotación económica tenían sobre estos pueblos. Su vasta obra describe, en extenso, los objetos obtenidos en sus cuatro expediciones entre 1918 y 1924
Como integrante de la orden religiosa de los Misioneros del Verbo Divino y discípulo del Sacerdote católico, lingüista y etnólogo Wilhelm Schmidt orientó sus reflexiones y conclusiones a la comprobación de la teoría del monoteísmo primitivo. Esta línea de pensamiento se basaba en la creencia de que la religión primitiva, de casi todos los pueblos tribales, comenzó con un concepto esencialmente monoteísta. La presión por constatar esta teoría, sumado a que sus viajes (si bien fueron numerosos) eran breves, forzó al intercambio por animales, tabaco o vestimenta para la obtención de objetos e información proveniente de tradiciones y ritos clasificados. Este fue el caso de la ceremonia de iniciación Hain, de la cual pudo ser parte para su documentación luego del pago de 360 corderos.
El avance de la civilización puso en descubrimiento el secreto de la logia, tan celosamente guardado por innumerables generaciones. Las mujeres se enteraron del engaño y los indios fueron inducidos, mediante algún dinero, a representar comedias ante auditorios de científicos. He visto fotografías en que los actores aparecen con pelo corto y pintados como nunca lo estuvieron en mis tiempos (Lucas Bridges, 1952; 438-39)
Si se analiza la colección Gusinde se observan máscaras de un tamaño que no corresponden al de adultos para quienes estas máscaras están destinadas en las ceremonias rituales secretas. Su tamaño parece ser una adaptación del rito sagrado al rito de intercambio de valores, en el que prima la ansiedad del coleccionista y la necesidad del que ofrece, en este caso, un producto. Es por esta razón que habría que observar la colección Gusinde con cuidado, sin desmerecer pero analizándola en su debido contexto
Teniendo en cuenta las motivaciones, origen y contexto de estas dos colecciones, se debería pensar en sus componentes como objetos con agencia propia y dinamismo. Artefactos cotidianos capaces de transformarse en piezas museológicas que representan costumbres lejanas, para luego mutar en el espejo de la sociedad que lo contiene en su museo. Una canasta, un juguete, un arpón o una máscara ritual son más bien objetos meta-antropológicos que describen o explican las metodologías y la agenda que subyace detrás de sus colectores
Repatriación
La idea de “repatriación” está rodeada de temas discutibles, como son los conceptos de patria1, origen, propiedad, pertenencia y posibilidades técnicas de conservación, etc. Teniendo en cuenta esto, en un comienzo deliberamos la posibilidad (hipotética) de relocalización en algún museo local o cercano del lugar de donde los objetos fueron obtenidos. Esto fue descartado ya que pensamos que repatriar objetos culturales desde un museo a otro es un traslado más bien espacial pero simbólicamente estático. Por otro lado, la idea de transportarlos a las comunidades de origen nos pareció más que una discusión teórica y simbólica, una problemática política de la cual no podíamos ser parte.
Nace así la idea de repatriación al territorio, al lugar – y no necesariamente las personas- de donde fueron extraídos. ¿Qué lugar de Fuego Patagonia podía contar con características propicias para alojar esta colección? Tres pueblos originarios están implicados en estas colecciones; Yagán, Kawesqar y Selk’nam. Creímos que un punto de encuentro entre ellas podría ser un lugar ideal para su re-locación.
Analizando mapas de la distribución de los pueblos originarios, encontramos un punto próximo común de estas tres culturas. Este punto se encontraba en la zona cordillerana y archipelágica suroeste de Tierra del Fuego, en la latitud 54°. Lugar donde actualmente se encuentra el Parque Nacional Yendegaia, en el valle que atraviesa la Cordillera Darwin, entre Bahía Blanca y Bahía Yendegaia, uniendo el Seno Almirantazgo con el Canal Onashaga (Beagle).
Ya algunos autores daban cuenta de relatos que indican un posible paso entre el Canal Beagle (territorio Yagán) y el Seno Almirantazgo (territorio Kawesqar) a través de un paso de casi 40km de largo a través de territorio Selk’nam. Como indican en su reporte R. Carracedo y A. Prieto: “Los distintos exploradores que empezaron su búsqueda y su cruce, como Otto Nordensjköld (1896), Carl Skottsberg (1908), o Alberto de Agostini (1913) ya conocían de la información previa de que existía un paso “aborigen”. De hecho, Thomas Bridges en 1885 ya había señalado del uso del paso por parte de las comunidades que llegaban a la Misión de Ushuaia (SAMS, 1886)”
Con esta información, nos planteamos que un lugar de paso podría ser adecuado para un museo de “objetos nómades”. Planteamiento del que surgieron otras interrogantes: ¿Corresponde la categoría de museo? ¿Qué características debe tener un espacio para conservar objetos culturales que hasta el día de hoy están en cámaras climatizadas?¿Es importante su conservación? ¿para quién? ¿Qué hace que los hiper/objetos ahí presentes, como ríos, montañas, vientos y capas tectónicas no tengan el mismo valor cultural museográfico? ¿Cambia la condición o valorización de un espacio natural al contener objetos culturales?
Estas son algunas de las interrogantes que llevaron a Terra Ignota, a realizar su expedición a esta zona y de la necesidad de hacer partícipe a la comunidad en la discusión. Una un lugar físico y teórico que llamaríamos la Zona de Contacto Intercultural (ZCI).
1 Este concepto tiene su raíz en la palabra patria o “tierra de los padres”, concepto arraigado a un espacio físico, territorio, pueblo, región, país o nación y ha sido utilizado para justificar políticas nacionalistas, exclusiones étnicas o territoriales, y conflictos internos o internacionales.